Nadie esperaba el fin de la Guerra Fría. En realidad, se había producido un acostumbramiento a la división del mundo en dos bloques, a la inseguridad, a la amenaza nuclear. Cuando se produjo el hundimiento interno del bloque comunista en 1989, la sensación predominante fue de optimismo, que se vio reforzado con la ola democratizadora que se extendió por América latina y por África. La represión que acabó con el movimiento reformista chino en la plaza de Tian'anmen pareció, simplemente, un pequeño accidente temporal. Y la Guerra del Golfo, el desmán de un dictador al que la comunidad internacional le aplicó el debido correctivo. Y sin embargo...
El atentado de las torres gemelas de Nueva York arrumbó definitivamente este paréntesis de optimismo. Se fue consciente del inicio de una nueva etapa, con nuevos peligros a los que responder con nuevas estrategias (de las que todavía no se disponía). Quizás por ello la nueva sensación dominante fue de incertidumbre: el desconocimiento del origen de los problemas, la imposibilidad de adelantarse a los acontecimientos. Es lo contrario de lo que ocurría durante la Guerra Fría, cuando se podían prever las reacciones del bloque contrario a las propias acciones (en realidad eran semejantes).
Pues bien, en 2008 otro fenómeno comienza a actuar. El estallido de la crisis económica dificulta aún más la gestión de la sociedad humana, cada vez más globalizada, y al mismo tiempo más dividida. Los países desarrollados son los que relativamente sufren más los embates de la recesión, y crece la amenaza de estallidos sociales. Y en esta situación, aumentan los sectores que se cuestionan la pertinencia del propio sistema político y económico.
Y en 2014 un nuevo foco de tensión: la recuperación por parte de Rusia de su tradicional tendencia expansionista, con la intervención directa o indirecta en su vecina Ucrania. Sin embargo, parece que todavía es pronto para resucitar la guerra fría, como algunos se han apresurado a sugerir.
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El desplome del bloque comunista despertó un gran interés general, por lo que hasta las revistas juveniles de la época se hicieron eco de los acontecimientos. Pero en China los levantamientos populares fracasaron, lo que todavía desconocían los autores de estas dos breves historietas, publicadas en Bélgica y Francia por Tintin reporter, el 2 de junio y el 16 de junio de 1989.
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